viernes, 23 de febrero de 2007

El Manglar #1

Por fin he conseguido, con retraso, el primer número de El Manglar (ahora que está por salir el segundo). Tengo la impresión, espero que acertada, de que muchos lectores de cómics hemos puesto grandes esperanzas en este proyecto. Sería tan bonito tener de nuevo una revista en el mercado, huérfano desde la desaparición de El Víbora...
Al menos los creadores han hecho su parte, y muy bien. El diseño, muy cuidado; el precio, justo; el balance entre textos y dibujos, bien; el papel... bueno, no está mal.
Lo mejor de la revista me ha parecido Manel Fontdevila, empezando por su genial portada, siguiendo por su historia de dos páginas, y acabando por su entrevista. Ya le había leído otra, más extensa, en el U dedicado a él, y compruebo que sigue demostrando una lucidez poco común. Me ha gustado especialmente su opinión sobre la comedia y el drama en los cómics: dice que Los Combates Cotidianos, o Blankets, si fueran productos televisivos, se emitirían en Estrenos TV (telefilms dramáticos para amas de casa), mientras que como tebeos son considerados el colmo de la profundización en el alma humana... ¡Jua! ¡Con un par, si señor!
Del resto, destacaría la historia Cosmik Roger, muy divertida.
La de Peeters, interesante siempre, gran dibujo, aunque el guión está un poco cogido por los pelos.
Las dos páginas de Sergio Córdoba están muy bien. ¿Cómo se llamaba aquélla historia que le dio a conocer, generacional, pretenciosa, infumable...? Esto es otra cosa.
Doble Sesión, de Carlos Vermut, me gustó también, pero por alguna razón el argumento me dio la sensación de “ya leído”...
La página de Mauro Entrialgo, en su línea, excelente.
Pero la mejor historia de éste número es, sin duda, Ben Qutuz Brothers, de Emile Bravo, un autor que no conocía. Es una historia sin palabras sobre dos chicos palestinos en territorio ocupado (el subtítulo es La Tierra de la Frustración). Destila amargura, pero con mucho y buen humor, nos muestra lo irracional de las personas y lo poco que podemos hacer para cambiar esto. En diez páginas y sin palabras nos narra una historia para la que otros necesitan una novela de doscientas. Una pequeña maravilla.
Y éste es mi balance, positivo y esperanzador. Ahora sólo queda esperar que funcione, que vendan todo lo posible, que la periodicidad cambie a mensual... total, si se mantiene en los quioscos la revista de Ana Rosa o la Men’s Health algún hueco habrá para el aficionado a los tebeos, ¿no? Parece un buen momento, ahora que se habla de cómics en los periódicos, en la tele, el cine... en fin, que buena suerte, yo la seguiré comprando y recomendando.

lunes, 19 de febrero de 2007

Hiram Powers' The Greek Slave

They say Ideal Beauty cannot enter
The house of anguish. On the threshold stands
An alien image with enshackled hands,
Called the Greek Slave! as if the artist meant her
(That passionless perfection which he lent her
Shadowed not darkened where the sill expands)
To so confront man’s crimes in different lands
With man’s ideal sense. Pierce to the center,
Art’s fiery finger! and break up ere long
The serfdom of this world! appeal, fair stone,
From God’s pure heights of beauty against man’s wrong!
Catch up in the divine face, not alone
East griefs but west, and strike and shame the strong,
By thunders of white silence, overthrown.

viernes, 16 de febrero de 2007

El Garaje Hermético

Un día, cuando la Pila de Lecturas Pendientes (PLP) disminuya un poco, tengo que leerme algo de Michael Moorcock (en la foto), inspirador de al menos tres buenos cómics que yo recuerde:

- Corum: en éste caso no sirvió de inspiración, sino que el cómic adaptaba las novelas de Moorcock sobre éste personaje. Editaba First y recuerdo unos muy buenos dibujos (¿Mignola?), pero como sólo leí un par de números no llegué a enterarme muy bien de la historia.

- Las Aventuras de Luther Arkwright, y su continuación, El Corazón del Imperio: inspirado en el concepto de Multiverso, la invasión del mundo por parte de Gran Bretaña y las filosofías orientales (ying-yang, el equilibrio entre el Orden y el Caos que Arkwright intenta preservar), todo ello “prestado” de Moorcock, Bryan Talbot trenza un tapiz de realidades alternativas muy interesante, que fue publicado en España por Astiberri no hace mucho.
Cuesta introducirse en la trama, es complicada y Talbot experimenta mucho con la composición y con los textos, pero vale la pena. Recomiendo leerse el primer número un par de veces, y el resto viene rodado. Es un gran cómic, publicado en 1978 y que tuvo mucha influencia en autores ingleses posteriores como Moore o Grant Morrison.
No me extiendo más, porque merece un futuro post cuando le aplique una relectura, y lo que toca hoy es:

- El Garaje Hermético: publicado entre el 76 y el 79 por el extraordinario dibujante Moebius, alter ego de Jean Giraud (El Teniente Blueberry), en la mítica revista francesa Metal Hurlant, es, como la de Bryan Talbot, una obra poco accesible, en la que no es fácil introducirse, ni hacer un resumen de su argumento. Pero en éste caso el argumento no es lo más importante, sino la forma en que está desarrollado.

Giraud, en ésta época, busca experimentar con nuevas técnicas y conceptos. Para ello, “se inventa” a Moebius, y tras unas cuantas historias que no he leído (le tengo muchas ganas a una llamada The Long Tomorrow, ¿inédita en España?), se lanza a El Garaje Hermético. Aquí abandona cualquier tipo de cortapisa y dibuja lo que le sale de dentro, a veces sorprendentes composiciones oníricas, otras veces imágenes de un pasmoso realismo, y otras, sencillas caricaturas. Pero siempre con un nivel increíble, que deja al lector asombrado.
Fue publicado por entregas de dos o de cuatro páginas, y se dice que Moebius improvisaba el guión sobre la marcha, algo que se nota, pero no tanto como para que le falte coherencia interna. Alterna dosis de humor con otras de poesía, o delirantes (bueno, el delirio es algo que flota sobre toda la obra). Intentaré una breve sinopsis:
El Mayor Grubert ha creado en un asteroide su propio mundo, dividido en tres niveles y poblado por todo tipo de seres, y lo controla desde su nave espacial (el Ciguri). Pero cuando este mundo se ve amenazado por Jerry Cornelius y otros habitantes, que buscan la independencia, Grubert se ve obligado a intervenir.
Por último, y como apreciación personal: conozco las bondades del blanco y negro, se aprecia mejor el dibujo, los contrastes, etc. Pero, en este caso… no sé, cuando lo leo echo en falta el color. Yo se lo aplico mentalmente: un color muy tenue, tonos pastel, quizás acuarela… algo muy sutil, que no reste protagonismo a la línea. No sé si existe versión coloreada, supongo que sólo en mi imaginación.

La influencia de Moebius es de sobra conocida, no sólo en el campo del tebeo, sino en el cine (storyboards y diseños de vestuario para Blade Runner, El Quinto Elemento, Alien…) o en la animación (Little Nemo, Arzak…). Además, parece ser que en San Francisco, Sony ha levantado un centro de ocio que incluye un área inspirada precisamente en El Garaje Hermético. Por no hablar de portadas de discos, ilustración… Más información sobre todo en lo que se ha metido este hombre, aquí.

jueves, 15 de febrero de 2007

Sonámbulo y otras historias

Aunque a algunos nos parezca increíble, sigue habiendo gente que piensa que los tebeos no son más que evasión barata (eso está claro que es falso, de barata nada) para adolescentes inadaptados, llenos de superhombres fascistas en pijama que reparten muchos puñetazos, o de personajes infantiles de grandes narices, o de cualquier otro tópico de esos que todavía abundan tanto.
Y no me refiero a los ignorantes de siempre, sino a amantes de la literatura que posiblemente disfrutasen de los tebeos si se acercasen a ellos. Pero si esos lectores entrasen en una librería especializada en cómics, ¿qué se encontrarían? Un montón de muñequitos carísimos, cartas de Magik, toneladas de manga tipo Naruto, superhéroes, mutantes…
Porque, hay que reconocerlo, el 90% (o más) de los tebeos que se publican son basura, evasión sin contenido o cosas peores. Ojo, a mi me encanta gran parte de esa basura, porque llevo desde siempre leyendo cómics y conozco sus códigos, sé moverme entre niveles de calidad/entretenimiento, y puedo predecir con bastante acierto lo que me va a interesar y lo que no (aún así suelo cagarla y llevarme chascos).
Pero, ¿cómo hacer que ese lector virgen se acerque a una obra de narrativa gráfica de calidad, a ese 10% (o menos) que pueda engancharle y convertirle en lector de tebeos para siempre? ¿Por dónde le decimos que empiece, para que entienda las enormes posibilidades del cómic como medio artístico, y no acabe defraudado? Obviamente, depende mucho de su personalidad, sus gustos… Las opiniones que recuerdo haber leído sobre el tema proponen cosas como Maus, Píldoras Azules, Alan Moore, Sandman… pero por diversas razones (tema fantástico, muchas páginas, dibujo “experimental”) no me parecen elecciones acertadas. Yo le recomendaría para iniciarse algo de Adrian Tomine, por ejemplo este Sonámbulo y otras historias. Las virtudes que le encuentro son:
- Son historias muy cercanas a las del cuento literario o la novela, y al mismo tiempo aprovecha las posibilidades narrativas del cómic.
- Son muy cortas, se leen rápido y no comprometen a nada.
- Pueden leerlo también las chicas. Esto es importante.
- No ocurre nada sobrenatural, al contrario. Mucha gente no soporta la fantasía.
- El dibujo es limpio y claro, no es caricaturesco y armoniza bien con el texto.
- Las historias provocan sensaciones, y se quedan en la memoria.
Los únicos peros que le encuentro son:
- Su “estilo Carver” puede no ser para todos los paladares (¿pelín deprimente?)
- El blanco y negro puede restarle atractivo.
Aún así, no se me ocurre un mejor anzuelo para nuevos lectores… pero sigo dándole vueltas… y admito otras opiniones.
Como ya me he enrollado bastante, no voy a reseñar los argumentos ni el estilo, que ya lo han hecho otros mejor de lo que yo podría hacer. Así que sólo una cosa más:
Mis historias favoritas: Avenida Eco, El hilo conductor, Supermercado, Rehenes, Dylan & Donovan, Ojos color avellana.

martes, 13 de febrero de 2007

Una mirada a la oscuridad

Tenía muchas ganas de leer a Dick, y hace unos años me inicié con ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? No me gustó. Apenas encontré el germen para Blade Runner, nada más, no me pareció sino un cuento largo “regular”.
Probé de nuevo con Ubik, y la sensación mejoró, comprendí su importancia dentro del género de ciencia ficción; es un buen libro, pero la impresión que me dejó no fue la del escritor de culto e influyente de que Dick tiene fama y que yo esperaba.
Esto y mucho más lo encontré en Una mirada a la oscuridad. Un libro perturbador, sobre un grupo de toxicómanos y sus relaciones con la policía y con la droga (la potente sustancia D). Aquí, como en Ubik, se desdibuja la línea entre realidad y ficción (un recurso narrativo que disfruto mucho), pero también entre identidades, entre policías, traficantes y consumidores. El protagonista es un policía de narcóticos llamado Fred, que se infiltra en el mundo de las drogas como Bob. O un yonki llamado Bob que trabaja también como policía con el nombre de Fred.
El libro es un viaje, un viaje de algo fuerte, un viaje alucinado a través de paranoias, teorías conspirativas (que a veces se confirman), largas charlas absurdas, el síndrome de abstinencia… el mundo del yonki, en definitiva, extraído de la experiencia personal de Dick. Una historia dramática sobre personajes que, como se nos dice, pagaron muy caro su pequeño pecado, y merecieron mejor suerte. Pero es también una bizarra historia de amor y amistad entre seres sin esperanza, que siguen tocando mientras se hunden, como los músicos del Titanic.
Ahora si, Philip K. Dick me ha conquistado.

viernes, 9 de febrero de 2007

Viaxeiros

Os invito a un nostálgico viaje en el tiempo por la tele de mi infancia:

¿Os acordáis de Los Colby? Era un spin-off de Dinastía que se emitió a finales de los 80 y que, ante la baja audiencia, sus guionistas decidieron finiquitar con… una abducción extraterrestre en el último capítulo (¡!). Aquí la tenéis en youtube. Yo era un crío cuando la daban, y recuerdo que estaba enamorado de Mónica Colby (Tracy Scoggins), una de las hijas del clan.
Sigo: uno de sus protagonistas, Jon-Erik Hexum, murió de una forma extraña: parece ser que durante de la serie Mascarada (que también se emitió en España) se acercó demasiado a la sien una pistola de fogueo y se voló los sesos (¡!).
Aquí quería llegar: éste mismo actor protagonizaba una serie llamada Voyagers, que en la gallega (ignoro si en algún otro canal autonómico) se llamó Viaxeiros. ¡Me encantaba esa serie! ¿Nadie la recuerda?

El argumento era el siguiente: una misteriosa sociedad vela porque no se produzcan alteraciones en el contínuo espacio-tiempo. Con éste fin, envía a sus agentes para que la Historia vaya “por donde debe ir”. Así, Phineas Bogg (el personaje de Jon-Erik Hexum), acompañado de un niño de pelo rizado (interpretado por Meeno Peluce, creo que hermano de Soleil Moon Frye, qué familia) recorren momentos importantes de la Historia para ayudar a Lindberg a cruzar el océano, o a Cleopatra a conquistar a Marco Antonio, o a Aníbal a cruzar los Alpes.
Su máquina del tiempo es una especie de brújula-reloj de bolsillo en la que señalan la fecha a la que quieren viajar. Tenéis más información (en inglés) aquí, y aquí el comienzo del primer capítulo. Sería genial que alguien se animara a subtitular al español algún capítulo, aunque lo que me encantaría sería verla con su doblaje al gallego de la época.
Qué recuerdos. Otro día hablaré de Buck Rogers.

jueves, 8 de febrero de 2007

Loor a Ganesa

Ah, los principios. La página en blanco, una puerta que se abre, la posibilidad de la excelencia o del descalabro. Ansia, duda, anticipación.

Por fin, la temeridad, el qué más da, cerrar los ojos y arrojar las redes... ¿volverán vacías? no importa, al menos se mojarán.

Bienvenido, lector improbable, hipócrita, hermano.